Safari Kamba
Desde 1.710$ por persona
Compartir
Somos Mikel y Hanna, una pareja hispano-polaca apasionada por ver Mundo. Después de dos años complicados para todos, teníamos claro que el verano de 2022 había que volver a viajar por todo lo alto. No habíamos pisado África y hacía tiempo que teníamos Tanzania en los puestos cabeceros de nuestra lista de deseos. Por suerte, la relajación de las medidas pandémicas nos permitió llevarlo a cabo este mismo año.
Informándonos sobre Agencias para hacer un safari, tuvimos la suerte de dar con UDARE. Y decimos “suerte” porque ciertamente no recordamos cómo fuimos a parar con ellos. Sí recordamos opiniones en Google, todas ellas destacando su seriedad, profesionalidad y transparencia, además de la facilidad para personalizar un safari conforme a los gustos y presupuesto del cliente. Supimos que acertábamos desde que contactamos con Aitor y comenzó el cruce de información, también con Gregory, que acabaría concretándose en nuestro itinerario. La confianza que nos inspiraron fue total.
Llegó el momento de viajar y hemos de decir que estábamos especialmente emocionados. Vinieron a buscarnos al Aeropuerto Kilimanjaro y nos desplazamos a Arusha, donde al día siguiente daría comienzo nuestro safari. Para empezar, optamos por una visita cultural a la propia ciudad. Guiados a pie por Lázaro, fuimos conociendo calles, mercados, estaciones de dala-dala, personas e incluso vivimos el ambientazo previo a un partido de fútbol de la Liga tanzana. Lázaro nos llevó a comer a un restaurante local del que nos gustaría recordar el nombre… si lo hubiéramos leído en algún lado. Y también tuvimos ocasión de tomar algo relajadamente en la terraza de un bar mientras veíamos y comentábamos la vida pasar en las calles de tierra y polvo. Nos sorprendió la fluidez y recursos del castellano de Lázaro; sabíamos que tendríamos guías de habla hispana, pero ignorábamos que serían de tanto nivel. Además, Lázaro resultó ser de lo más divertido.
En nuestro segundo día, conocimos a Lawrence (guía) y Joseph (conductor), quienes serían nuestra compañía en lo sucesivo. Hemos de decir que sin ellos el viaje no hubiera sido lo espectacular que fue. El ojo de Lawrence para ver e identificar animales, la pericia de Joseph para saber dónde colocar el Land Cruiser y que viésemos todo estupendamente… Siempre cuidaron y se preocuparon por nosotros, porque disfrutásemos y sacásemos buenas fotos. Para empezar, en Tarangire. Hemos de decir que fue la gran sorpresa, quizá porque es menos conocido que Serengeti y Ngorongoro, o quizá porque era la primera vez que observábamos animales en África. La cuestión es que nos enamoramos de la majestuosidad de los elefantes, imponentes y auténticos reyes de la fauna africana -no hay más que ver cómo una de las matriarcas despachó a un grupo de leonas que dormían a la sombra-. También vimos muchos babuinos (¡vigilad vuestra comida!), jirafas, cebras, ñus, algún chacal despistado y los primeros de los muchos tipos de antílopes y aves distintos que nos encontraríamos en los siguientes días.
Para la tercera jornada, tras descansar en Karatu, teníamos la visita a Ngorongoro. ¡Hay que abrigarse para ir allí! Tuvimos suerte; vimos nuestro primer leopardo, leones, tremendos búfalos, los no menos imponentes hipopótamos, y sobre todo no uno sino dos rinocerontes negros. El paisaje era también espectacular; bosque, lagos, extensísimas zonas secas, y una «pared” de montañas rodeándonos ahí abajo en la caldera.
El cuarto día de safari nos tocaba viajar de Karatu a Serengeti. La primera parte recorrimos de nuevo el camino a Ngorongoro, y a partir de ahí esperaban algunas horas de “camino de cabras”, como lo llamaba Joseph sin faltar a la verdad. Paramos a visitar un poblado masái porque surgió la oportunidad y así lo quisimos nosotros, ya que seguramente era la única oportunidad de vivirlo. Hay que ser cauto en cuanto a qué tribus se visitan, y en ese sentido UDARE pone a disposición del viajero información útil para elegir si quiere acudir o no. Hemos de decir que Joseph se reveló como un gran fotógrafo, aparte de un gran conductor.
Llegados a Serengeti, empezó el festival de fauna, especialmente de felinos que hasta ese momento habían estado un tanto tímidos. La bien llamada “llanura sin fin” no deja de ser impresionante por mucho que uno haya visto documentales o fotos en los que aparece. Teníamos la sensación de estar inmersos en El Rey León, película de cabecera cuando éramos niños y no tan niños. A los facóqueros, de hecho, los llamábamos “Pumba”. Y las hienas parecen aún más fieras de lo que pensábamos… que se lo digan a unos cuantos babuinos y antílopes que salieron en estampida ante la visión de una hiena solitaria que pululaba cerca. La noche en Tukaone, nuestro tented camp, no defraudó en cuanto a ruidos y animales cercanos. Mejor no hacer spoiler y que el viajero lo viva por sí mismo.
Nuestra quinta jornada la íbamos a disfrutar íntegramente en Serengeti. Ésta fue una de las extensiones que hicimos de nuestro safari, y no podemos estar más contentos. Íbamos anotando los distintos animales que Lawrence nos iba enseñando, y os aseguramos que la lista es tan extensa que nos excederíamos transcribiéndola aquí. Sin embargo, tenemos que destacar el único guepardo que alcanzamos a ver en todo el safari, gracias a la comunicación por radio y a la única ocasión que Joseph tuvo que pisar el acelerador. Destacamos también que la segunda noche en tented camp escuchamos nuevos sonidos, distintos a los de la noche previa, por lo que la emoción no termina hasta que uno se rinde al sueño.
En nuestro sexto día, pasamos la mañana nuevamente disfrutando de Serengeti, y viendo animales con tanta facilidad que Lawrence tuvo que recordarnos lo afortunados que fuimos; un safari no es un zoo y el factor suerte también influye. Con gran pena, bajamos el techo de nuestro Land Cruiser y por la tarde regresamos a Karatu a descansar y comentar todo lo que habíamos visto en los días previos.
Para el séptimo día, nuestra elección fue la visita cultural a Mto Wa Mbu. Nos gustó mucho la autenticidad de la experiencia, recorriendo distintos puntos del pueblo y los alrededores en bicicleta con Freddie, un guía local que trabaja para la comunidad. Vimos artesanos, familias preparando una Boda, niños emocionados, trueques en el mercado, plantaciones de arroz, la llamada al rezo en la Mezquita… Bebimos cerveza de plátano (“mbege”) y comimos un buen número de platos locales cocinados por mujeres de la localidad. La cantidad y variedad de alimentos que se cultivan en Tanzania es una de las cosas que más nos ha impactado. Al terminar la visita, siempre recordaremos a Lawrence comprando pescado fresco y atando los enormes peces vivos en el morro del Land Cruiser. “Esto es África”, como nos dijo Joseph al ver nuestros ojos como platos.
En nuestro octavo y último día de safari, visitamos las laderas del Kilimanjaro, que estaba absolutamente cubierto por la niebla. Vimos las antiguas cuevas en las que vivía la tribu de los chagga, y participamos en la elaboración de su delicioso café, del que nos trajimos unas cuantas bolsas. También vimos la cercana e impresionante cascada Ndoro (se recomienda acudir con calzado adecuado, porque el camino puede ser resbaladizo), y compartimos chakula y bia -comida y cerveza- por última vez con Lawrence y Joseph en un Restaurante que esta vez sí tenía nombre (“Mombasa”). La despedida de ellos, en Moshi, fue triste. Fueron muchas horas y emociones compartidas, y todo salió bien gracias su buen hacer.
Desde aquí animamos a viajar a Tanzania. Nos sentimos bien recibidos por la gente local y el país está preparado para recibir al turista, sin perder su encanto. Para nosotros mereció la pena invertir en un safari a nuestro gusto, y agradecemos a los viajeros que opinaron positivamente sobre UDARE… y también al propio equipo humano de UDARE por su trabajo y su afán por hacer bien las cosas.
¡¡Asante sana y ojalá tengamos la suerte de volver algún día!!
Mikel&Hanna.