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Durante mucho tiempo se ha creído que el cuello y cabeza sin plumas de los buitres, presentaba una función de higiene, evitando así que las plumas se ensuciasen y pudieran ser un foco de infecciones bacterianas, al penetrar dentro de los cuerpos que yacen en la sabana.
Hoy en día, no se descarta esa función, pero recientes estudios demuestran su función termorreguladora, permitiendo a estas aves mantener una temperatura corporal constante.
En días fríos, los buitres recogen el cuello al abrigo de las plumas, mientras que los días calurosos abren sus alas y estiran el cuello, permitiendo así que la sangre que circula hacia y desde la cabeza se refrigere.
Otra particularidad de los buitres también relacionada con la higiene y su capacidad termorreguladora, es el empleo de su orina para refrigerar sus patas haciendo así la función que correspondería a las glándulas sudoríparas, que no poseen.
Además, se ha demostrado la presencia de amoníaco en su orina, lo que les permite eliminar las bacterias que posiblemente queden en sus patas al alimentarse.
Los buitres alzan el vuelo en búsqueda de animales muertos, siendo capaces de mantenerse en el aire largos periodos de tiempo, planeando más que batiendo alas. Saben aprovechar muy bien las diferentes presiones de las masas de aire, para sostenerse en el aire sin gastar energía de forma innecesaria.
Su visión no es tan buena como las grandes rapaces depredadoras, pero sin duda es el sentido que permite detectar a las presas, puesto que el hecho de planear a grandes alturas les permite disponer de un amplio campo de visión. Cualquier cadáver oculto entre la vegetación pasará desapercibido, puesto que su olfato no es lo que les permite detectar la carroña.
Una vez localizado, su fuerte pico permite desgarrar tejidos y penetrar dentro del cuerpo con facilidad.