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La esclavitud siempre ha estado presente en la historia de África, pero su momento álgido llegó con la expansión del islam en África oriental.
En 1698 la llegada del Sultán de Oman, supuso la expulsión de los portugueses de Zanzibar y se estableció un asentamiento estable en la isla, donde prosperó el mercado de esclavos y de marfil, así como el auge de plantaciones, siendo la del clavo la principal de ellas.
Pero no sólo los musulmanes se vieron implicados en la trata de esclavos, en ella se involucraron tanto los europeos, que consideraban los esclavos como mano de obra para sus plantaciones en las islas del Océano Índico, como los gobernantes africanos que vendían los prisioneros capturados en las batallas como esclavos.
La esclavitud no era el peor desenlace para muchos prisioneros de guerra. Cuando las luchas se prolongaban en el tiempo y había un excedente de esclavos, la tribu Doe asentada al norte de Bagamoyo (ciudad costera de Tanzania próxima a Dar es Saalam), practicaba el canibalismo.
Las garras de los comerciantes de esclavos, inicialmente presentes en las zonas costeras, pronto fueron adentrándose en el continente llegando a zonas lejanas como Malawi o el Congo. Los esclavos apresados eran enviados a Arabia, Persia y a islas del Índico.
En el siglo XIX, Zanzibar se convirtió en el principal centro de tráfico de esclavos de África oriental. En la década de 1860, cada año pasaba por el mercado de Zanzibar cerca de 50.000 esclavos, llegando a venderse 600.000 esclavos entre 1830 y 1873, año en el que bajo amenaza de un bombardeo naval británico, el sultán Bargash firmó un acuerdo con Gran Bretaña poniendo fin a la esclavitud.
Tras la abolición de la esclavitud, sobre el antiguo mercado de esclavos, se erigió la catedral anglicana.
Sin ninguna duda, este es uno de los lugares más visitados de Zanzibar, y donde probablemente a más de uno y una, se nos pone un nuedo en la garganta imaginándonos por un momento, los dramas vividos en este entorno.
Para aquellos que nos acercamos al lugar del antiguo mercado, lo primero que nos encontramos es la Catedral de la iglesia de Cristo, construida en el lugar donde se desarrollaba la actividad de compraventa de esclavos.
Un enorme cartel a la entrada, recuerda el motivo de la construcción de dicha catedral.
Dentro de la catedral, se pueden visitar las cámaras subterráneas donde se mantenían a los esclavos hasta su venta. Aunque llego a haber hasta 15 cámaras, hoy en día se pueden visitar dos. Una de ellas, la mayor estaba destinada a las mujeres y niños y la otra más pequeña, para los hombres.
Oscuras y húmedas salas, donde un pequeño ventanuco iluminaba con una luz tenue la sala donde, sobre los bancos de piedra, encadenados del cuello o de los pies, se acumulaban los esclavos hasta la hora de su venta.
Este es sin duda uno de los lugares más tristes y dolorosos de un viaje a Zanzibar, recordando esta atrocidad de un tiempo no tan lejano.
A la salida de la catedral un monumento de piedra recuerda la forma en la que se llevaba a cabo la compra venta de esclavos. Una zanja donde encadenados del cuello, se presentaban los esclavos a los compradores.
Los hombres y los niños se ofrecían al mejor postor, con los cuerpos cubiertos de aceite, destacando las líneas de su cuerpo, queriendo resaltar su musculatura y su fortaleza. Las mujeres, se mostraban vestidas y engalanadas con collares y pulseras, pretendiendo así sus amos, resaltar su belleza.
Era habitual, para demostrar la fortaleza de los esclavos azotarlos, atados a árboles. Aquellos que no llorasen y no mostrasen así su debilidad, alcanzarían precios más altos en la subasta. Si por el contrario rompían a llorar y no encontraban comprador, dejaban de tener interés para sus amos.