
Trekking Kilimanjaro. Ruta Lemosho
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Hoy tenemos la oportunidad de poder conocer de primera mano, la experiencia de una mujer cooperante, que un día decidió embarcarse en solitario y dejarse llevar hasta tierras ugandesas, donde sin duda encontró su segundo hogar.
Su nombre es Cris Terré leridana y ugandesa.
En el sentido estricto de la palabra un voluntario es aquel que desarrolla un trabajo de forma altruista y solidaria sin cobrar nada a cambio. Bien, sí es eso, pero para mi, y supongo que para muchos voluntarios va un poquito más allá, porque aunque es verdad que estás haciendo un trabajo, no es cierto que no lo cobras, claro que lo cobras, pero no de una forma material sino mucho mas profunda. Te están pagando con muchísimo cariño, tus (llamémosles) “jefes” te remuneran haciéndote sentir muy bien, muy orgullosa de ti misma, te sube el autoestima, te alegra el ánimo, te abre el corazón, y también la mente…además de enseñarte valores que quizás los tenías olvidados. Al mismo tiempo, convives con la gente local, aprendes palabras en su idioma, cuando te cogen confianza te explican sus ilusiones, y también sus problemas, haces amigos y conoces gente que va dejando marquitas en ti y que te van “moldeando” como persona…
Entonces, digo yo… quizás tampoco sea un trabajo tan altruista, ¿no? Con todo lo que “cobras»…
Pués desde que fui por primera vez a Uganda, que además fue de pura casualidad, ya que conocí la ONG Activa Solidaria totalmente al azar y a través de internet.
Me encanta viajar, y además he probado la pócima de África, esa que dicen que África engancha… A mí me ha cautivado por completo, me fascina y ya no puedo dejar de ir siempre que puedo. Quiero ir, quiero viajar a ese rinconcito de mundo, lo deseo cada día, y cuando estoy allí ya no quiero volver… así que imagínate que sería no dedicarle el tiempo libre…
Sí, nunca antes me había planteado ser voluntaria. De hecho la primera vez que fui a Uganda, era el año 2011, y no viajé allí para ser voluntaria, sino que me lo encontré, y me gustó.
Cuando llegué allí como viajera, y vi todo lo que estaba llevando a cabo una sola persona, con la ayuda de muy poquita gente, no pude mantenerme al margen, sobre el terreno la situación que vives te impulsa querer estar allí y formar parte de ello….
Si, así es, me ha marcado y mucho. Kim es toda una heroína y un ejemplo a seguir. Una chica muy valiente con un corazón enorme, excelente persona donde las haya…Yo creo que hasta viene de otro planeta… Es capaz de dar amor incondicional y eterno a sus niños, pero no solamente a ellos sino a sus amigos, a todo el mundo que de un modo u otro forman parte de su vida.
En este enlace puedes conocerla un poquito mas. Kim Vogel
Lo que ella ha hecho y hace es de admirar y muchos deberían aprender de gente así.
Bueno, no exactamente solo niños, de hecho Kim, en Uganda tiene varios proyectos en marcha:
Tanto los niños, como Kim, como todas las personas que he conocido estos años en Kabira me han enseñado a ser más tolerante, a darle mas valor a las pequeñas cosas y a las grandes personas, a dejar a un lado los prejuicios, a abrir la mente… la verdad es que he aprendido mucho y me he conocido bastante más a mi misma.
Verás, yo siempre cuento el caso de Bruno, un chaval del colegio St Paul Kaaso, él era uno de los que estaban internos, ya que su casa quedaba muy lejos. Como te podrás imaginar, el dinero no le sobraba y no tenía una dieta precisamente variada. De vez en cuando, su familia le enviaba algo de dinero, justo para comprarse una merienda o un par de pescados secos al mes.
Bruno y yo nos hicimos muy amigos. Un día, al terminar sus clases le fui a ver para charlar con él, y ese día me dio una buena lección. Había comprado un pescado seco en la parada que hay justo en frente de la escuela, lo partió por la mitad, cogió una de las mitades y me dijo con una gran sonrisa «Toma Cris, amiga, cómete este pescado, es para ti».
¿Qué te parece? ¿Te dan o no lecciones de vida?
Pues de hecho en un país como éste, hay muchísimos contrastes, como he comentado antes, vives experiencias increíbles y la gente te regala sonrisas y valores continuamente, llenándote de alegría. Pero también hay momentos muy duros, y muy tristes, sobre todo cuando ves de primera mano que hay niños que se están muriendo de hambre. Sí, es así, tal cual y así de duro. No tienen nada que llevarse a la boca excepto té, y en algunos casos Matoke.
Los ves cuando Kim los recoge con la moto y los lleva al hospital, están en los huesos, y deben ser tratados con una dieta especial para cada caso.
Muchos de ellos se recuperan, y la alegría y satisfacción que eso produce no puede explicarse en palabras, pero desgraciadamente, también los hay que se quedan por el camino y eso es muy duro.
Pues como allí donde voy es la casa de una amiga, y hay tantos proyectos y tantas tareas por hacer, no me aburro nada, cada día es diferente, y me gusta precisamente por eso.
Decido qué hacer prácticamente el mismo día, sin tener demasiadas cosas planeadas o bien Kim propone lo que necesita ese día y como no, la ayudamos.
Por ejemplo, un día allí puede ser así:
Te levantas sobre las 7 o las 8 de la mañana. Hay veces que me despierto antes y me subo a la colina que hay en frente de casa para ver salir el sol, ese momento es mágico. Después desayunamos todos juntos con Kim, los niños y la gente que se encuentra ese día en casa.
Tras el desayuno nos vamos al campo a ayudar con las hortalizas, plantar piñas, arreglar los palos para colgar las frutas de la pasión, o lo que sea necesario hacer ese día. Después del trabajo, hacemos una parada para reponer fuerza y seguimos. Tras ellos nos vamos a casa, a comer.
A mitad de camino entre el campo y casa de Kim está el colegio, así que no hay día que no haga una parada para ver a los peques.
También hay la opción de por la tarde ir al Hospital de Kyotera o coger las motos e ir a visitar a las familias mas necesitadas de la zona, o visitar a los niños que recinentemente han salido del Hospital.
A mi hay una cosa que me encanta, y es ir al mercado del pueblo vecino, Chifuta, que está a 5 ó 6 Km de casa, me gusta ir andando, porque así te vas encontrando gente, charlas con ellos un rato, o bien te acompañan un tramo y luego siguen con lo suyo… Es genial.
Sobre las 7 de la tarde ya oscurece, así que antes de eso, vamos a comprar unas cervecitas y las subimos a la colina con unas esterillas para ver el atardecer… Cenamos todos juntos y luego los niños se van a acostar. Es entonces cuando charlamos tranquilamente con Kim, es su hora de relax, y luego, a dormir.
Sin duda, muchísimo mas importante la actitud. Sin actitud y una mente abierta y tolerante no puedes ir a lugares así, ni hacer tareas de voluntariado
Uff, cuando regreso, sin lugar a dudas. Sólo te digo que me paso prácticamente todo el viaje de vuelta llorando…
Luego, cuando estoy en casa, me cuesta muchísimo volver a mi rutina diaria y necesito semanas y semanas para “recuperarme”.
Hay varias maneras de hacerlo:
Todo el dinero recaudado, se lleva íntegramente y en mano a Kim, luego ella elige la mejor manera de invertirlo y escoge los proyectos que allí se ejecutan. Ningún miembro de la ONG cobra nada. Al tratarse de una ONG pequeñita y familiar es lo que tiene de bueno.
Si, así es formo parte del equipo de Inshala Travel www.inshala.es
Hay varias entradas de las experiencias que he vivido en Uganda, podréis encontrarlas en dicha web. A modo de avance os dejo esta galería fotográfica de los niños y niñas ugandeses «Cercare il misterio«.
Bien, a mi lo que me gusta es viajar y conocer mundo, gente y sus costumbres…
Pero bien es cierto que mi mente está en Uganda y necesito ir, al menos, una vez cada año.
Tengo muchísimas ganas de conocer más países de África, además de los que ya conozco un poquito (Uganda, Gambia y Senegal). Me encantaría ir a Irán, Guatemala, Perú, Chile… ufff hay tantísimos lugares en el mundo por conocer!!
Mi próximo destino: Uganda y puede que haga alguna otra escapada que seguro contaré en Inshala.