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Se llama Kakenya Ntaiya es masai, nacida hace 34 años en una aldea ubicada en la zona oeste de Kenia.
Está cambiando el mundo, su mundo, el mundo masai al que pertenece.
Es una mujer única que ha abierto un camino en una sociedad compleja como es la masai, ese camino que ahora pueden seguir cientos de niñas.
Pese a la prohibición por parte del gobierno de Kenia a la mutilación genital femenina, conocida como circuncisión femenina, esta práctica sigue llevándose a cabo a hurtadillas en zonas tribales.
La mutilación femenina es una tradición muy asentada en Kenia, donde por creencias culturales y religiosas, se priva a las niñas de sus órganos genitales externos, para «evitar» que puedan sentir la «tentación» de tener relaciones prematrimoniales o posteriormente fuera del matrimonio.
Tras el ritual de la circuncisión, las niñas eran entregadas en matrimonio por sus padres a quien pagase la dote por ello.
Esta cruel tradición que finaliza con el casamiento de las niñas, se produce a una edad muy temprana, próxima a los 10 años, edad a la que las niñas se ven obligadas a dejar sus colegios, para dedicarse a las labores como esposa.
Esta costumbre trunca cualquier posibilidad de educación de las niñas y poder llevar a cabo una vida con mayores oportunidades e independencia.
Kakenya era una niña especial, a pesar de su corta edad tenía muy claro que ella quería algo diferente, sentimiento que fue inculcado por su madre, que deseaba un futuro mejor para su hija.
Su padre más tradicional había comprometido Kakenya con sólo 5 años, por lo que desde esa corta edad, ella empezó a aprender las labores domésticas propias de las mujeres de su aldea.
Ella era una niña nada común en su aldea de Enoosaen, al oeste de Kenia, anhelaba poder ser maestra de mayor y consiguió que su padre le prometiese finalizar sus estudios tras su circuncisión, antes de tener que casarse. Su padre no vio esta promesa con buenos ojos, pero la pequeña amenazó con huir de casa si no la cumplía.
Tras posponerlo todo lo posible llegó el día y con 14 años una anciana de la aldea con una oxidada cuchilla, ejecutó la tradición.
Tras la circuncisión ella continuó con sus estudios, haciendo cumplir la promesa de su padre.
Su interés, su entrega y su inteligencia le permitió destacar en sus estudios, hasta el punto de obtener una beca para poder viajar a EEUU a formarse.
Para poder viajar allí necesitó que la aldea colaborase económicamente y así poder pagar el billete de avión. Jhon Nakele, uno de los jefes de la aldea, pidió a Kakenya que tras su formación retornase a la aldea para poder colaborar o contribuir con la misma. Ese era el compromiso que debía adoptar Kakenya para que la aldea sufragase los gastos de su vuelo.
La siguiente década fue dorada para Kakenya, se graduó en EEUU, trabajó para las Naciones Unidas y se doctoró en educación. Todo este éxito profesional y personal no hizo olvidar la promesa adquirida y por ello, regresó a su hogar.
A su regreso convenció a los ancianos de la aldea y éstos le cedieron un terreno, donde en 2009 Kakenya inauguró la primera escuela de primaria para niñas de su aldea, Centro Kakenya para la Excelencia.
Este centro creció y en él actualmente también se imparte formación secundaria. Además no sólo es un centro diurno, puesto que ofrece la posibilidad de dormir interno, evitando fatigosos y peligrosos viajes de regreso de las niñas a sus casas. Lamentablemente las agresiones sexuales de niñas durante los trayectos entre las clases y sus hogares son frecuentes, por eso, la posibilidad de estudiar de forma interna supone un alivio para ellas.
El Centro Kakenya tiene carácter público y el gobierno de Kenia ayuda a financiar parte de los gastos, no obstante su ONG de EEUU Kakenyasdream aporta una ayuda muy importante para poder mantener su actividad. Además, los padres de las niñas, en la medida de lo posible contribuyen con los gastos de la alimentación de sus hijas.
Cada año más de 100 solicitudes llegan al centro, donde anualmente la capacidad es de 30 nuevas alumnas. Uno de los compromisos para poder acceder a este centro es la no mutilación genital y el no casamiento prematuro de las niñas.
Esta es la mayor satisfacción que puede sentir Kakenya, ver como cada año más padres rompen con esas arraigadas tradiciones, para darle un futuro mejor a sus hijas.
Ese es el cambio que buscaba para sí misma y ahora puede ofrecer a cientos de niñas.
«Les enseñamos sobre todos los derechos que tienen y les enseñamos a alzar la voz«, dice Kakenya. «Se trata de empoderar a las niñas»
Jhon Nakele el anciano jefe de la aldea, reconoce lo asombroso de la tenacidad de la niña y cómo a pesar de todos los logros personales, regresó a la aldea para cumplir su palabra.
«Varios de nuestros hijos se han ido a EEUU a estudiar, pero Kakenya es la única que regresó para ayudarnos«, dice Nakele. «Lo que nos dice nos conmueve, trajo la escuela y la luz, está tratando de cambiar viejas costumbres para ayudar a que las niñas tengan una vida mejor«.
Pero aquí la tenéis para que podáis verla y escucharla.