Safari Kamba
Desde 1.710$ por persona
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¿Qué viajero no ha dicho esto alguna vez? Pues este ha sido el año.
Empezamos con preguntas: ¿Kenia o Tanzania? ¿O los dos? ¿Cómo vamos? ¿Por nuestra cuenta? ¿Con un mayorista conocido? ¿Una agencia desconocida? Después de echar un ojo a webs, foros y blogs nos decidimos por Kenia. Miramos posibles recorridos y buscamos agencias, mandamos mails a unas cuantas. Algunos ni responden, otros sí.
Nos gusta Udare, rapidísimos en responder, una agencia local pequeña, hablan en su web del turismo responsable, las críticas en foros son buenas. Pedimos presupuesto para 11 días, me dice Aitor que la primera vez es mejor no pasar de 10, es cansado. Qué honesto, pienso, y le hago caso. Lo dejamos en 10 días: Nakuru, Masai Mara, Naivasha, Amboseli y Tsavo. Nos decidimos por Udare después de descartar otras opciones.
Aterrizamos en Nairobi y conocemos a los que serán nuestros compañeros de viaje en esos días intensos que nos esperan: Lázaro, el guía, un chico tanzano muy listo y con un nivel de español que nos sorprende. “¿Qué tal, tío?”, le dice a mi hijo nada más aterrizar. Nos reímos, la frase la dirá muchas veces en esos días, es ya su frase. Edward es el conductor, un tipo serio y más bien callado. Ahora sí, estamos en Kenia. Empezamos.
El primer destino es Nakuru. De camino paramos para ver el valle del Rift, impresionante cómo se pierde en el horizonte.
Nakuru nos sorprende, ya vemos los primeros animales: búfalos, gacelas, vemos dos rinocerontes, uno blanco y otro negro, cebras.
El lago tiene árboles muertos medio sumergidos en sus aguas, lo que le da un aspecto posapocalíptico muy interesante. Antes estaba repleto de flamencos, parece que la contaminación ha hecho disminuir su población, una pena. Se ven algunos a lo lejos. Qué bonitas son las cebras. Lázaro nos va contando cosas de los animales, tenemos que aprendérnoslas porque nos tomará la lección. El alojamiento es muy chulo y allí nos comimos la mejor sopa de tomate que he probado nunca!!
Seguimos hacia Masai Mara. Es la estrella de Kenia y con razón. Es impresionante la cantidad de animales que viven en el parque, desde los más buscados hasta los menos solicitados pero igual de interesantes: gacelas, antílopes, cientos y cientos de ñus. Una enorme cigüeña muy distinta de las que pueblan los campanarios europeos pelea con los buitres porque no quiere compartir los restos de un ñu. Es un marabú.
Un guepardo descansa bajo una acacia, familias de jirafas mordisquean los árboles, una pata de una de ellas es más alta que yo. Su pelo se ve suave, el dibujo es perfecto. Todo es nuevo para nosotros y todo nos parece fantástico. Estamos tres días en Masai Mara y habríamos querido estar unos cuantos más. Un leopardo otea el horizonte en lo alto de un árbol, lo contemplamos admirados. Se despereza y baja, a nuestro lado. Impresionante.
Tres días en Masai Mara. Un rinoceronte cruza el camino delante de nosotros, arrastrando lentamente sus más de mil kilos de peso. Seguimos y nos acercamos al río Mara, lleno de hipopótamos, cocodrilos. Un grupo de decenas de ñus quiere cruzar, pero las furgonetas les asustan, hay demasiadas y se dan la vuelta. Nos sentimos mal y nos vamos, comemos fuera de la furgoneta frente al río.
Una gran familia de varias leonas con sus cachorros descansan juntos, los cachorros juegan con las patas de un ñu muerto, juegan entre ellos, con sus madres. Son gatitos juguetones deseando comer. Los elefantes van en grupo, siempre cerca del agua. A veces todos los coches van al mismo punto, un león, un guepardo, atasco momentáneo en Masai Mara.
Toda la vida viendo documentales de La2 y ahora estamos dentro de uno de ellos. Por la noche miramos la Wikipedia buscando los animales, la mayoría están amenazados por la acción directa o indirecta del hombre, el ser humano es lamentable. Dice Edward, el conductor, que en los zoos metemos a los animales en jaulas y paseamos en libertad para verlos. Aquí ellos pasean en libertad mientras ven a los humanos enjaulados en sus furgonetas, me gusta la comparación. No entiendo cómo alguien puede disfrutar matando a un animal.
De Masai Mara me quedo con el momento final de la tarde, cuando el aire empieza a ser más fresco mientras seguimos en marcha, de pie en la furgoneta, en esa inmensa extensión de la sabana a nuestro alrededor. Una fila interminable de ñus se pierde en el horizonte.
Se acaba Masai Mara, qué pena, nos vamos a Naivasha. Un paseo en barca rodeados de hipopótamos (un momento, ¿no era este el animal más peligroso del mundo? Pues nos acercamos bastante con la barca, confiaremos en la pericia del barquero, no nos queda otra). Lázaro, el guía, se agarra bien a la barca, prefiere enfrentarse a un león que caer al agua: no sabe nadar. Bajamos en Crescent Island y vamos andando al lado de los animales, que guardan una prudente distancia. Los ñus corren enseguida, siempre corriendo estos ñus, que ven poco y oyen mal, se asustan con facilidad. Aquí se rodó Memorias de África, unos chicos pescan en el lago, el de los hipopótamos, valientes chicos.
Siguiente destino: Amboseli. Las carreteras son lo que más pesado se nos hace. No hay autopistas, solo carreteras de doble sentido llenas de camiones a los que hay que ir adelantando, polepole como dicen en suajili. El conductor es buenísimo, qué bien estar en tan buenas manos. Lázaro sigue contándonos cosas de los animales, hablamos de la vida en su país, en Kenia, de los masais, de su vida de recién casado y de la nuestra. ¿Qué tal, tío? ¿Todo bien, tío? ¿Todo bien, mama? Y sí, todo muy bien.
Amboseli está a los pies del Kilimanjaro, la montaña más alta de África. En el pasado toda la zona fue sepultada por la lava del volcán y lo que antiguamente era un río es ahora un pantano lleno de elefantes. Hay muchísimos y comen todo el tiempo, medio sumergidos en el agua. El parque fuera de ese pantano verde es muy seco, hay momentos en que el polvo apenas te deja ver la carretera y molesta al respirar. Hay pocos animales fuera del pantano. Hemos estado dos días, pero con uno nos habría bastado. Es el parque que menos nos ha gustado (lo cual no significa que no merezca la pena).
Lo siguiente es Tsavo. Nos alojamos en “Man Eaters”, que debe su nombre a dos leones que en un par de meses se cargaron a unos 150 trabajadores que construían el trazado ferroviario hacia Mombasa. Dicen que los leones no suelen atacar a humanos, pero que cuando un león prueba la carne humana, quiere repetir. Vaya con los “Man Eaters”.
La tierra de Tsavo es de un rojo intenso impresionante, el paisaje se te clava en la retina. Los termiteros son enormes aquí, toda una labor de ingeniería desarrollada por un insecto del tamaño de mi uña. El paisaje es brutal, inmenso, rodeado de pequeñas montañas y cuyos confines no abarca la vista. No se ven muchos animales en esta parte del parque, no nos importa demasiado, el paisaje grandioso lo llena todo. Por la mañana, mientras desayunamos frente al río, una manada de búfalos bebe enfrente de nosotros.
Nuestro último día en Tsavo, nos llevamos comida para dedicar el día completo al parque. Ahora ya nos sabemos los nombres de todos los animales, avestruces masai, las hembras tienen el color más apagado, gacela dikdik, antílope de agua, facóceros, gacela Grant, Thomson. Una manada de elefantes comienza a cruzar el camino delante de la furgoneta, paramos el motor. De repente, la hembra más mayor se detiene, todos se paran y nos miran. Las crías se esconden entre las patas de sus mayores. Los colmillos de la hembra grande le llegan casi al suelo, nos mira fijamente, no tiene cara de querer ser nuestra amiga. Edward nos hace señas para que estemos en silencio, tiene la mano en el contacto, no se fía. Los elefantes y nosotros estamos quietos unos larguísimos minutos, mirándonos inmóviles. Iván y yo nos sentamos despacio, de repente reanudan la marcha y todos cruzan. Menos mal.
Seguimos explorando, hay muchos elefantes, antílopes. Una cría de elefante apenas se tiene en pie, aún no sabe andar bien, su madre la ayuda. Vemos a tres leones muy mayores, están acalorados y muy cansados, jadean pesadamente bajo un árbol, dormitan junto a los restos de un búfalo. Comemos ahí, mirándolos a su lado, ellos ni se inmutan, ni una mirada nos dirigen. Impresionante estar tan cerca, es lo último que nos regala Kenia. Se acaba, mañana nos iremos a la playa.
A mí diez días no se me han hecho nada largos, podríamos haber ido a Samburu, algún día más en Masai Mara, no nos queremos ir. Estar aquí es distinto a todo lo que hemos hecho antes, no hay monumentos, no hay largas caminatas por ciudades o pueblos más o menos antiguos, solo animales y libertad.
Lo más pesado han sido los traslados por carretera, lentos, largos, llenos de baches. Lo que se ve por la ventanilla nada tiene que ver con lo que vemos los turistas, que vivimos en una burbuja solo para nosotros, muy ajena a eso que observamos en los traslados: niños pastoreando ganado, mujeres cargadas con bidones de agua, con leña, tiendas al borde de la carretera que son chamizos que a duras penas se tienen en pie, calles sin asfaltar, de arena o barro cuando llueve. Escuelas de primaria en mitad de la nada. Nuestra última noche, cenamos en el alojamiento, unas jirafas se acercan al laguito que está frente al hotel a beber. Adiós, preciosas, son los últimos animales que vamos a ver en este viaje.
Un safari en Kenia cuesta mucho dinero, pero está bien gastado hasta el último céntimo. Merece la pena ahorrar y disfrutarlo.
Tras estos intensos días, nos despedimos de Lázaro, ahora mi hijo es su hermano gran masai y se abrazan. Tanto a él como a Edward les gustan los animales y se nota. Los respetan. Les damos las gracias, han sido unos compañeros inmejorables. Se han portado estupendamente con nosotros, nos han transmitido su sabiduría, nos han acompañado durante horas y horas, siempre buscando lo mejor. No podríamos haber tenido un conductor mejor que Edward, horas y horas al volante sin despistarse un momento. Chapeau. Una pena que nuestro inglés no nos permitiera conversar más con él. Parece mentira, tantos safaris tendrán a sus espaldas y lo disfrutan igual que nosotros. Todo bien organizado, muy buenos alojamientos, estamos felices.
Y después, playa, avión y vuelta a casa. En España todo nos parece un poco irreal. Volveremos a África, ya hemos empezado a ahorrar.
Por Cristina