Safari Kamba
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Una de las imágenes que más sorprende e impacta durante nuestro viaje por Serengeti, son las grandes extensiones de zonas arrasadas por el fuego.
Lo primero que piensas es, ¿qué ha pasado? ¿cómo se ha podido quemar todo de esta manera? ¿habrá sido un rayo? ¿es época seca, pero qué ha prendido la chispa?
Pues bien, la causa de ver el paisaje quemado, una vez más es la intervención humana. No se trata de una negligencia o un fuego mal intencionado, al contrario, tras estos fuegos se encuentra la Autoridad del Parque Nacional de Tanzania (TANAPA).
La TANAPA lleva años desarrollando programas de quema controladas y selectivas, apoyadas por diferentes proyectos internacionales en favor de proteger y conservar el ecosistemas del PN de Serengeti.
Respecto a esta quema controlada, hay múltiples valoraciones, están sus defensores y también sus detractores.
1. Permite controlar y reducir la presencia de mosca tse tse que afecta a las poblaciones humanas asentadas en las proximidades del PN Serengeti.
2. Reducir y eliminar restos de desechos que puedan catalizar un fuego descontrolado durante la estación seca.
3. Favorece el rebrote de nuevos pastos para los animales. Por una parte, al quemar los pastos viejos, los nuevos germinan con mayor facilidad, por otra parte, hay semillas que sólo germinan tras un incendio.
¿Cómo favorece el fuego que los nuevos brotes crezcan más fuertes?
– Cuando los pastos están secos, la mayoría de los nutrientes los acumulan en las raíces, por lo que el fuego no supone una pérdida importante para la planta.
– Los nutrientes acumulados en las raíces favorecen un rápido crecimiento de nuevos y verdes brotes.
4. Favorece el equilibrio entre praderas y bosques, permitiendo conservar el paisaje característico de la sabana. Esto fomenta los pastizales para los animales, en detrimento del arbolado.
Diferentes estudios indican, que en ausencia de altas precipitaciones (1000mm de lluvias anuales), la relación bosque/sabana se mantiene debido a los incendios, de lo contrario, la sabana daría paso a una zona boscosa.
5. Evitar la acumulación de arbustos y matorrales que puedan arder con facilidad, ante un incendio no controlado, con los efectos devastadores que ello podría ocasionar.
6. Los árboles adultos no se ven afectados, por estos fuegos controlados y de baja virulencia. Sólo incendios de gran envergadura podrían dañar y destruir los árboles.
1. Las autoridades de Kenia, ven con preocupación estás prácticas, porque temen que unos incendios controlados mal gestionados, puedan bloquear la migración de ñus y cebras hacia el Masai Mara, si los fuegos llegan a cortar los pasos migratorios.
2. Las frecuencias de los incendios controlados, se han aumentado y los detractores denuncian que nadie conoce los efectos que esto pueda generar a largo plazo sobre el ecosistema.
3. El riesgo de gestionar incorrectamente los incendios, puede tener efectos contraproducentes, tales como, quemar vegetación que sirve de alimento, destruir nidos de aves y causar daños a la fauna, que no se encuentra en el momento de desarrollo óptimo para poder escapar de las llamas.
4. Pueden alterar los ciclos migratorios anuales, puesto que al favorecer el aumento de brotes y hierba fresca en Serengeti, aumenta la disponibilidad de alimentos para los ñus y cebras en la parte de Tanzania, retrasando su llegada al Masai Mara.
5. Argumentan que en lugares de gran densidad de herbívoros, como es el caso del PN de Serengeti, la necesidad de los incendios controlados son cuestionables, puesto que consideran que el equilibrio bosque/sabana se mantendría, sin extenderse las zonas boscosas. Sirve de ejemplo, el parque nacional de Tarangire, donde desde hace 30 años no se realizan fuegos controlados y no ha habido por ello un aumento de las zonas boscosas.
6. El principal motivo que lleva al rechazo de esta práctica es el desconocimiento sobre las consecuencias a largo plazo en los ecosistemas. Se desconoce si la calidad de los brotes se conserva tras repetidos incendios, se desconoce los efectos sobre las especies terrestres, que no pueden adaptarse a estos repetidos incendios, desde pequeños artrópodos, reptiles, aves de anidación terrestre, o incluso depredadores que ven dificultada la caza por la ausencia de matorral donde ocultarse. En definitiva, el temor a alterar el equilibrio natural de los ecosistemas.