Safari Kamba
Desde 1.710$ por persona
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Difícil resulta destacar los momentos de un safari.
Cuando una regresa de un safari por Tanzania, es difícil poder quedarse con un único momento o recuerdo. El conglomerado de emociones, sensaciones, recuerdos e imágenes, se agolpan en nuestra memoria. Pero si hacemos un pequeño esfuerzo, por escudriñar en nuestro interior y cerramos los ojos, ¿qué es lo primero que viene a nuestra mente?
Estos son los momentos de un safari, para nuestras 7 amigas viajeras:
Hace un frío penetrante y aunque estemos abrigados, aunque las ventanas estén altas y tomemos café para entrar en calor, la sensación no se pasa. Deben ser las siete de la mañana, o quizá las seis. No lo sé, pero mientras avanzamos cuesta abajo y nos zarandeamos al ritmo dentro del jeep, el cráter comienza a tomar forma.
Hay una inmensidad helada que no conoce de distancias, y aunque venimos de safari hace ya unos días, el paisaje que tenemos delante no se parece absolutamente en nada a lo que venimos viendo hasta ahora. Ya no es el sueño el que nos quita las palabras: Ngoro Ngoro, con sus colores áridos que se van desprendiendo a medida que sale el sol nos ha dejado mudos a todos. Ya no importan el viento o la falta de abrigo: levantamos el techo, nos lanzamos lo más fuera posible, respiramos con los brazos abiertos. Afuera, una manada de ñus pasta tranquila bajo un cielo rosado de otro mundo. Nosotros avanzamos despacio, dejamos que una familia de cebras cruce nuestro camino, adivinamos pájaros que se mueven entre los pastizales. Luego vendrá el momento del león, veremos más cebras, nos reiremos de un avestruz galante. Pero ahora, ahora que hay blancos en el horizonte, que el cielo parece pintado y que los ñus no le temen a nada, experimento una felicidad que quedará guardada en mí para siempre. Es la felicidad de lo inesperado. Este cuadro ─que no calzaba en mis fantasías de safaris─ es de los primeros que viene a mí cuando vuelvo a evocar el viaje.
Cuando cierro los ojos y recuerdo mis días en Tanzania hay cientos de imágenes que se me vienen a la cabeza acompañadas de grandes emociones. Pero si tengo que escoger un momento en concreto, me quedo con la despedida. Ocurrió algo increíble.
Cuando ya nos retirábamos del último parque nacional vimos un león que iba por mitad del camino con andares pausados. Nuestro chófer, muy hábil, paró al lado de un pequeño río, adelantándose a las intenciones del felino, supongo. Y sí, ahí, a pocos metros del coche se acercó un hermoso león inclinándose para beber. Yo estaba muy emocionada y después de admirarlo me dispuse a sacarle una foto, le di zoom y justo cuando iba a disparar la foto se giró la cabeza y me miró. Mi corazón se paró, sentí un escalofrío por todo el cuerpo. Esos intensos ojos color ámbar me estaba mirando y, tras el visor, parecía que lo tenía a tan solo un metro. Tras ser consciente de la situación solo pude soltar un “guauuu”. Sentir su mirada en mi fue algo increíble.
Realizar un safari era uno de nuestros sueños viajeros, y el pasado agosto tuvimos la oportunidad de hacerlo realidad! Fuimos a 4 parques nacionales de Kenia (Samburu, Nakuru, Masai Mara y Naivasha) sabiendo que ir de safari es una lotería, puedes ver muchos animales o ver pocos…pero los astros se alinearon y tuvimos mucha suerte!
Entre todo lo que vimos si tenemos que quedarnos con un momento sería con el cruce del río Mara. Después de más de una hora esperando junto al río ya con hambre y a punto de desistir, el primer ñu se echó al agua! Todos los que estábamos allí esperando gritamos de alegría y también los cocodrilos! Pudimos presenciar cómo los reptiles se acercaban a los ñus y de repente alguno desaparecía bajo el agua! En la foto se puede apreciar un cocodrilo junto a los ñus! Este momento representa muy bien la esencia de un safari y de la vida salvaje, donde en un segundo se pasa de la más total calma a una explosión de vida, con los ñus cruzando, los cocodrilos atacando y finalmente el último ñu cruza hasta la otra orilla…Inolvidable!
Un safari fotográfico te hace vivir desde dentro la emoción de contemplar actividad diaria de los animales en libertad (en parques naturales). Es como estar viendo un «documental de la 2» pero la diferencia es que aquí lo tienes delante de tus ojos, en vivo y en riguroso directo.
Uno de los momentos más emocionantes de nuestro viaje fue fotografiar a una leona descansando, a tan solo a un 1 metro de distancia. Elegante en su pose, bella e incluso algo distante, independiente y con su espacio muy bien marcado. Ni se inmutó con nuestra presencia tan cerca, desde donde captamos una imagen única en este viaje. Entre éstos animales hay una total lealtad porque suelen moverse en grupos, la madre nunca deja solo a sus cachorros y si alguien se queda rezagado, se esperan o se llaman. Incluso cuando descansan o comen nos regalan imágenes increíbles.
Eran las 14h de un día soleado en el parque de Serengeti. Atravesábamos con nuestro 4×4 uno de los ríos más famosos, el río Seronera. Sonaba de fondo la música de un grupo africano llamado Diamond mientras disfrutábamos del paisaje de árboles salchichas y acacias a ambos lados del camino. Nos dirigíamos a una zona del parque donde un leopardo descansaba plácidamente sobre la rama de una acacia.
Desde lo alto del árbol, el felino divisaba cómo las gacelas de Thomson bebían agua de un riachuelo a escasos metros. Mientras, más de una decena de coches se agolpaban cerca de la acacia, donde el único sonido que se escuchaba era el disparo de las cámaras.
El hambre acechaba en nuestros estómagos, nos íbamos a comer el picnic a la zona Mawemeupe cuando el leopardo empezó a descender lentamente del árbol. En ese mismo momento, las gacelas volvían de saciar su sed, el leopardo ya estaba agazapado entre los pastos esperando el momento para atacar a su presa. Instantes después, se abalanzaba salvajemente sobre un macho de gacela de Thomson y volvía a subir a la rama de la acacia, esta vez con su presa entre sus dientes.
Las casi 40 personas de diferentes nacionalidades allí presentes no dábamos crédito de lo que acabábamos de presenciar. Ese momento siempre quedará grabado en nuestras cámaras y por supuesto, en nuestra retina.
Eran las 22:00 cuando, tras la cena, nos alejábamos de lo que hasta ahora había sido la «zona protegida». Esa zona en la que por mucho león que pudiera acercarse, jamás te tendría entre sus fauces porque una alambrada te protegía. «Ahora sí que sí» pensé, «¡que comience la aventura!«
Sigilosamente y con la única ayuda del frontal, nos dirigimos a la tienda de campaña, pero, ¿esa fina tela nos protegería de los felinos más temidos del planeta?
Primero fueron las hienas, las que gritando se acercaban y rebañaban todo resto de comida que pudiera haber quedado en las basuras de la zona de acampada. Luego fueron esos sonidos de algún animal que masticaba hierba al lado de nuestras cabezas. Después…, después eran ya las 6 de la mañana. Yo, que pensaba que me pasaría la noche en vela… Bueno vale, en vela no, pero al menos en modo ‘madre que espera despierta a su hijo después de una noche de fiesta’, o aplicado al safari, con el cuerpo preparado para reaccionar si el león venía buscando la cena. Pues allí estaba yo, tan contenta de haber pasado la noche en mitad del Serengueti sin haber sido devorada.
En ese momento, en medio del silencio, escuché ese sonido inconfundible. Si, el guía me confirmó que aquel sonido de las 6 de la mañana pertenecía al rey de la selva. No lo vi pero sentía que estaba allí, cerca.
La experiencia fue tan real, tan mágica y tan única que de los 15 días que pasamos en Tanzania, lo primero que me viene a la cabeza cuando recuerdo aquel viaje es ese rugido del león. Ese león que más tarde, al amanecer vimos y nos clavó su mirada para siempre.
Todo eso que uno siempre imaginó de un Safari, y mas… eso es justamente, lo que vivimos en Kenia y Tanzania. Nunca, ni en nuestros mejores sueños, imaginamos poder vivir la naturaleza de esta forma.
Que se te pierda la mirada en la sabana africana, sentir el viento en la cara mientras vas con el techo de la camioneta abierto a la búsqueda de animales sin saber cual será el próximo que te vas a cruzar. Como se te acelera el corazón cuando ves por primera vez un león a metros del vehículo, o cuando un elefante realmente enorme viene hacia vos y hay que ir marcha atrás… porque si, este es su territorio, su lugar. Y esa, es la mejor parte de todo. Verlos pero respetando su espacio, sin asediarlos.
Saltar como un niño al grito de “Hakuna Matata” cuando ves a un “Pumba” … y no poder dejar de sentirte dentro de un documental de NatGeo, de esos que veías desde el sillón de tu casa pensando que nunca en tu vida ibas a poder vivir algo así en vivo y en directo. No dejar de asombrarte al ver una cebra pastar, un impala correr a toda velocidad, o una manada de ñus cruzar el rio. Ver animales que ni siquiera sabias que existían. Admirar la elegancia de las jirafas, vivir el lado tierno al conocer la historia de los dic dic, y el lado salvaje al encontrar un leopardo saboreando su presa en la cima de un árbol. Emocionarte hasta las lágrimas al ver una manada de un centenar de elefantes andar a sus anchas, observar embelesado a una increíble rinoceronte con su bebito… y a su vez pensar las atrocidades que hace la raza humana, y no poder evitar sentir tristeza y una cuota de responsabilidad.
Un safari es esto y mucho mas. No es solo ver animales y sacar fotos. Es aprender, es entender, es dejarse cautivar por la naturaleza, y por sobre todo, es reflexionar y comprender que el preservarla es responsabilidad de todos nosotros.
Sin dudas, vivir un Safari es de esas cosas que todos deberíamos hacer, al menos, una vez en la vida. Aitor, Gregory, Colleta, Cosmas, Daniel y Freddy… un enorme gracias!! Cuando hay equipo eso se nota, y se traduce en experiencias de esas que uno recuerda con una enorme sonrisa.