Safari Kamba
Desde 1.710$ por persona
Compartir
Si hay una palabra que resuma nuestra aventura africana esa sería “EMOCIÓN”, un sentimiento que estuvo presente todos los días de nuestro safari: emoción al ver la primera jirafa, avistar al primer felino, presenciar el amanecer en la sabana o interaccionar con su gente (sobre todo con los niños ¡nos robaron el corazón!). Momentos mágicos e inolvidables que ya están grabados por y para siempre en nuestra memoria y que no se pueden describir con palabras, hay que vivirlo en primera persona.
Nosotros optamos por combinar parques nacionales de Kenia y Tanzania, con un itinerario a medida que nos llevaría a recorrer durante 11 días el Lago Naivasha, Nakuru, Masai Mara, Serengueti, cráter Ngorongoro, el pueblo Mto Wa Mbu y Tarangire.
Partimos de Madrid rumbo a Nairobi con la mochila cargada de ganas e ilusión pero también de nervios e incertidumbre ante lo que nos esperaba en nuestro destino, inquietudes que se disiparon en cuanto conocimos a Humphrey, nuestro guía. Su sabiduría sobre la flora y fauna del lugar, experiencia, amabilidad y profesionalidad contribuyeron a que la aventura fuera mágica de principio a fin, preocupándose en todo momento por nuestra comodidad y disfrute. Los conductores fueron Jofrey (Kenia) y Bruno (Tanzania), dos cracks de las pistas de la sabana, es admirable cómo se conocen al dedillo cada senda de los parques.
La primera toma de contacto fue el parque nacional de Naivasha, un precioso lago en el que habitan los temidos hipopótamos y en el que pudimos disfrutar de un agradable paseo en barca y un safari a pie por Crescent Island. Esta isla está habitada por herbívoros como gacelas thomson, cebras, jirafas… ¡qué emocionante fue verlos por primera vez y desde tan cerca!
Por la tarde pusimos rumbo a Nakuru con un objetivo claro: avistar a uno de los “5 grandes”, el rinoceronte y este, por suerte, no se hizo de rogar, ¡cómo impone su presencia! Pero, además, fuimos testigos del apareamiento de un león y una leona, uno de los momentazos del viaje.
Y así, presenciando un atardecer en el Lago Nakuru cubierto por cientos de flamencos damos por finalizada la jornada, con una buena dosis de adrenalina y muy buen sabor de boca.
Los tres días siguientes los pasamos en Masai Mara, el primer plato fuerte del viaje que, como suponíamos, no nos defraudó en absoluto. Este santuario de la vida salvaje nos dejó numerosas estampas para el recuerdo: manadas de ñus y cebras formando filas (pues era la época de la Gran Migración), un guepardo con muchas ganas de cazar, los entrañables facóceros saliendo a nuestro paso, los interesantes búfalos, un picnic bajo una acacia, un safari en globo al amanecer y un largo etcétera. Destaco también el famoso Río Mara flanqueado por cocodrilos e hipopótamos que tanto hemos visto en los documentales (ver en directo cómo un grupo de ñus intenta cruzarlo no tiene precio).
En Masai Mara vimos cumplido uno de nuestros deseos (gracias a Jofrey que fue muy persistente en su búsqueda): ver de cerca al esquivo leopardo, es indescriptible la emoción que nos embargó cuando lo tuvimos a pocos metros de nosotros.
La siguiente parada de la ruta habla por sí sola, la gran llanura sin fin del Serengueti, que nos da la bienvenida con la puesta de sol más bonita que he visto en mi vida. Dicen que el cielo de la sabana es diferente y damos fe de ello.
A medida que nos adentramos en el parque nos percatamos de la extensión y belleza de este lugar. Los dos días en el Serengueti nos regalan imágenes imborrables, entre ellas, una manada de leones y leonas con sus cachorros dirigiéndose a una de las rocas presentes en la zona de Seronera o el duelo hienas vs. babuinos por un trozo de comida. ¡Humphrey tiene una vista de lince!
Mención especial al alojamiento Serengueti Bush Camp en el que vivimos una experiencia única, amenizada por las noches con la banda sonora de las hienas.
Con mucha pena nos despedimos del Serengueti y volvemos a la carretera para continuar nuestro camino hacia el el Área de Conservación de Ngorongoro. Durante el trayecto nos fuimos cruzando con varias aldeas masais cuya cultura no dejaba de asombrarnos.
El safari estaba planificado para el día siguiente por lo que esa tarde fuimos al mirador del cráter. La panorámica deja sin respiración a cualquiera, una obra maestra de la naturaleza.
Al día siguiente comenzamos muy temprano nuestro safari por el Ngorongoro en el que íbamos avistando los herbívoros habituales de la sabana, nada hacía presagiar lo que estaba por llegar… Y es que estábamos de suerte y ¡nos tocó “el gordo”!: ser testigos directos de cómo una leona cazaba una gacela de Grant, la secuencia de principio a fin, cómo se escondía entre los jeeps, el acecho y su sprint final hacia la pobre gacelita, cuyo envite la pilló desprevenida. A continuación, nos acercamos un poco más para ver cómo se daba el festín con su presa. No hay palabras que describan lo que sentimos al presenciar este espectáculo de la naturaleza.
No queríamos irnos de Tanzania sin conocer la vida local de sus habitantes, por lo que al día siguiente nos decantamos por la excursión al encantador pueblo Mto Wa Mbu. Durante la misma aprendimos mucho del cultivo de plátano y arroz, la cultura de las tribus chaga y Makonde y degustamos un delicioso menú de comida local, entre otros. Además, coincidió que había mercado ese día y pudimos ver cómo los masais venden su ganado y hacen sus barbacoas. También tuvimos ocasión de probar la cerveza de plátano (no apta para todos los paladares, jeje).
Nuestro último safari lo hicimos en Tarangire que destaca por sus majestuosos baobabs y las numerosas manadas de elefantes, una visita recomendable.
El viaje llegaba a su fin pero África todavía nos iba a brindar un último regalo de despedida: mostrarnos en todo su esplendor el techo de África: el monte Kilimanjaro despejado. Sin duda, no podríamos haber tenido mejor colofón.
Esta aventura nos ha regalado, además de fauna salvaje y paisajes espectaculares, gente alegre y encantadora que siempre llevaremos en nuestro corazón, tanto es así que lloré como una magdalena cuando me despedí de Humphrey y Bruno.
Nunca un viaje nos había dejado una huella tan profunda, gracias Udare por hacerlo posible.
Asante Sana Kenia & Tanzania.
Marcos & María