Atardecer en Serengeti. Por Udare
Atardecer en Serengeti. Por Udare

Sueño con África - Udare

En 1985 Sídney Pollack estrenaba en España la bellísima Memorias de África, basada en la novela homónima de la escritora danesa Isak Dinesen. Puedo decir que desde que la vi, sueño con África.

Luego leí la novela, claro y después vendrían otras; El Corazón de las Tinieblas de Joseph Conrad, la durísima Ébano, del periodista Ryszard Kapuscinski… Pero ninguna, a mi parecer, sabe captar el sentir profundo, la absoluta fascinación  por un lugar, como lo hizo memorias de África. La película fue un rotundo éxito, las visitas a la zona se dispararon, podemos decir desde luego que la figura de la protagonista, Karen Blixen, es una de las mejores embajadoras que Kenia ha tenido y probablemente tenga.

Memorias de África

Memorias de África

La película cuenta como África cambia la vida de esta mujer escandinava, materialista y conservadora… como la enseña a valorar la pureza de las cosas sencillas, a mirar la vida con otros ojos, a abrirlos de lleno al deslumbrante paisaje que la rodea, hasta dejarla total y absolutamente prendada y enamorada de su belleza. Su entorno la fascina, y luchará con todas sus fuerzas para salvaguardarlo integro. Como debe ser, como debe estar.

A día de hoy sigo soñando con África. No, aún no he ido. He visitado otros lugares del planeta, otros países, otras gentes… pero Kenia y Tanzania están ahí, esperándome. Sé que cuando nos conozcamos, me envolverán en un abrazo largo, cálido e imborrable. Probablemente enferme del Mal de África, que a tantas y tantas personas ha afectado, probablemente se me meta éste continente en el corazón y ya no pueda sacármelo, como a la propia Dinesen, a Ernest Heminway, Kapuscinski o al presidente Roosbelt, o a ti que estás leyendo esto. Probablemente ya no quiera volver a casa, y una vez en casa, ya solo piense en volver a África…

Si cierro los ojos, sueño que estoy allí, no pienso en billetes de tren, ni en cambio de moneda, ni en horarios. No tengo el móvil, ni quiero cobertura. Quiero mis cinco sentidos alerta.

Estoy en el Lago Turkana…, el Mar de Jade no es un lago normal, su origen volcánico lo hace único, salado, multicolor, extraño… una cálida brisa con olor a sal me recorre el cuerpo, y deja reflejos verdes en el agua, que se mezclan cuando sopla el viento, con otros azules semejando una acuarela en movimiento.  Parada obligatoria para numerosas aves migratorias, aún hoy en sus alrededores habitan leones, guepardos y jirafas, aunque ya no queden elefantes o rinocerontes. Levanto la vista, miro al sur, me esperan el Valle del Rift, cuna de los primeros homínidos y el Monte Kenia, tan singular y tan importante para las distintas tribus de la zona. La distancia es grande, la inmensidad sobrecogedora. Es una tierra mágica, antigua, dura y acogedora a la vez.

Migración de ñu en Masai Mara. Por Udare

Migración de ñu en Masai Mara. Por Udare

Quiero ir al Masai Mara, ¿será la época de migración del ñu? Quizá tendré la suerte de ver algún rinoceronte, sé que es más fácil verlos en otras zonas, porque aquí el rifle ha hecho estragos. Probablemente en el Serengueti, ya en Tanzania. Desde aquí puedo ver algunas de sus cumbres, no sé ponerles nombre, ¿Será ese el Monte Meru, tal vez?… Un amigo mío se crió en Tanzania, me contaba que había flores más grandes que su cabeza… tendré que buscarlas, quizá cerca del Ngorongoro… allí seguro veré leones dormir la siesta, o quizá posen para mi Canon como auténticos modelos. De camino vuelvo a tropezar con el Gran Rift, y es que son más de 6.000 km de falla, difícilmente esquivables recorriendo esta zona del continente. Sus paredes grises, casi azules parecen de otro planeta y en otro planeta creo estar cuando por fin llego al cráter del volcán Ngorongoro. La joya de Tanzania. ¿Es posible tanta belleza junta? Tiene unos 600 metros de profundidad y 20.000 de diámetro… un grupo de elefantes levanta la cabeza, creo que me han sentido cerca, soy una intrusa contemplándolos, viendo su Edén.

Cuando hace miles de años el gigantesco volcán colapsó, dejándonos solo su cráter, creó una zona rica y fértil, habitada ahora por pastores masai y animales. Por fortuna, muchos animales; antílopes, ñus, gacelas de Thomson, elefantes que me miran recelosos, leones, guepardos, búfalos, hienas, hasta rinocerontes negros… Una preciosa y preciada concentración permanente de vida salvaje, que hay que conservar, que tenemos la obligación de conservar. Que hormigueo… Creo que ya siento el mal de África, no quiero irme de este sitio.

Kilimanjaro. Por Udare

Kilimanjaro. Por Udare

Pero el Kilimanjaro está cerca, mi Kilimanjaro… las nieves perpetuas de África decían… me pregunto si Ava Gardner y Gregory Peck mientras rodaban “Las nieves del Kilimanjaro”, allá por el año 1952, se enamoraron de “La casa de Dios” «Ngáje Ngái» como llaman los masai a su montaña sagrada, como seguro lo haré yo. Y es que es inmensa… no voy a subir ésta vez, solo quiero dormir a los pies de su falda, con una hoguera encendida y escuchando cuentos en una lengua que no entiendo y que comprendo a la vez.

Debo entrar de nuevo en Kenia, me esperan los parques nacionales de Tsavo, y Amboseli, en mi recorrido hacia el sur. Amboseli es otro sueño romántico cumplido, es la postal que quería llevarme. El gran humedal se ha formado gracias a las aguas recogidas del Kilimanjaro, omnipresente al fondo, mientras  una familia de elefantes bebe agua tranquilamente. Una neblina recorre el parque y las nubes grises del atardecer amenazan lluvia. Todo es perfecto, un cuadro perfecto, no podría pedir más.

Mi recorrido sigue hacía el sur, hasta Mombasa. Cruzando las tierras rojas del Parque nacional Tsavo, no puedo evitar cierto cosquilleo alarmante al recordar la película “Los demonios de la noche (“Los devoradores de hombres” de Patterson), pero esto es África, y enseguida abro bien los ojos, para buscar yo a los leones, jirafas, cebras y a cualquier otro animal que pueda atisbar.  Al mirar la tierra tan roja, también me da por pensar en todas esas horribles fotos de “grandes cazadores” del pasado y del presente, posando con sus trofeos, algunos aquí mencionados, como el propio Roosbelt, que aunque amaba este país, también creía que era su jardín de juegos… Respiro profundo, sé que las cosas están cambiando… Acacias y gigantes baobabs salpican el camino, castigados a permanecer con las raíces mirando al cielo, como reza la leyenda. Sonrío, soñaba con ver baobabs desde niña, desde que leí El Principito y pensé que eran arboles de cuento, y es que aquí todo es Magia.

Baobab. Por Udare

Baobab. Por Udare

Desde Mombasa, hacia el norte, la costa es verde y blanca y las aguas de mil tonos de verde y azul. Mi destino ahora son las increíbles ruinas de Gede, una gran ciudad suajili abandonada en los siglos XVII o XVIII, probablemente fue un enclave comercial muy importante  pues se han encontrado porcelanas chinas, cerámicas persas… la naturaleza lo ha medio enterrado todo, sin embargo no ha hecho si no realzar la belleza de su mezquita, palacios y villas… Salgo del recinto abrumada, pero ya tengo la vista puesta en el mar; las islas del Índico me esperan para enseñarme su belleza y contarme su historia de esclavitud y bochorno, Zanzíbar, Pemba…

Navego por el Índico en una barca de mil colores, Zanzíbar se acerca poco a poco, pienso en Fredy Mercury, extraño que naciera aquí, pienso. Afortunado, me digo. Comienzo a cruzarme con los tan famosos Dhow, barcos típicos de la isla con su vela triangular, el agua es clara, transparente, saco una mano por la borda, está fresca, casi puedo tocar el fondo de arena blanca… Zanzíbar… Dicen que en persa significaba “costa de los negros”. Su historia no ha sido fácil, conquistada y reconquistada por naciones varias, todas conservaron una misma constante, la esclavitud, el bochorno de la raza humana. Zanzíbar ha sido el centro para el tráfico de esclavos entre los siglos XVII y XIX. Ahora, solo veo el paraíso, un lugar donde escapar del resto del mundo, bañarme en sus aguas turquesa, y volverme loca haciendo miles de fotos en su céntrico barrio Stone Town, Patrimonio de la Humanidad. Clubs británicos, casas coloniales ¿Os he dicho que me encantan las puertas antiguas? Aquí puedo tirarme horas fotografiándolo todo. Y su gente, su maravillosa y acogedora gente, con vestidos de mil colores y sonrisa amplia… La isla de las “especias” o isla de los sultanes, es mi paraíso, tampoco me quiero ir… pero mi sueño termina y debo volver a Mombasa y a Nairobi, y no se me ocurre mejor manera de hacerlo que en el tren más romántico de África.

Mujeres pescando en Zanzibar. Por Udare

Mujeres pescando en Zanzibar. Por Udare

El tren lunático sale de Mombasa dirección Nairobi al atardecer. Es toda una institución, un mito.  Por fuera está un poco destartalado, y por dentro también, no me importa, la gente de aquí no lo coge, creo, pero hoy estoy haciendo de turista occidental y estoy encantada, son 440 kilómetros y un montón de horas traqueteando de noche en este viejo vagón, pero soy una romántica, y si en su época éste tren enamoró a Churchill, Blixen y a muchos más… ¿Quién soy yo para negarle sus encantos? Además vuelvo a pasar por Tsavo…

Ésta es mi aventura soñada… tierras ancestrales, mágicas, desconocidas, salvajes, paraísos ignotos… Aún no he estado y ya he ido y he vuelto mil veces, creo que sufro el Mal de África con solo imaginarla.

Os presentamos a Maribel autora del precioso relato que acabáis de leer, sí una mujer soñadora y gran viajera. Podréis leer sus viajes y sus sueños a través de su blog www.mishorizontesperdidos.es

¿soñamos los viajes o viajamos los sueños? 

Maribel

Maribel