Safari Kamba
Desde 1.710$ por persona
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Siempre se dice que viajar es acumular nuevas experiencias. Empaparse de otras culturas. Salir de tu zona de confort para descubrir que hay otros mundos. Enriquecerte. Aprender. Llenar la retina (y la tarjeta de la cámara) de imágenes inolvidables. Después de haber recorrido países muy diversos y contarlo en nuestro blog de viajes, viajeconpablo.com, pocos lugares nos han dejado tanta huella como Tanzania. En nuestro primer contacto con África, hemos descubierto una pequeñísima parte de un gran continente que te recibe con los brazos abiertos a pesar de las dificultades. Y, sobre todo, hemos gozado con la riqueza de su fauna. Viajar a Tanzania es cruzar la pantalla del televisor cuando estamos viendo uno de esos apasionantes documentales de La2 o de National Geographic. Sentir y emocionarse en directo con las escenas que todos hemos soñado vivir algún día.
Su apuesta por la sostenibilidad y el empleo local y una forma de trabajar seria y responsable nos decidió inclinarnos con Udare para realizar nuestro primer safari en África. Cinco días completos en los parques nacionales de Tarangire, Ngorongoro, Serengeti y Lago Manyara. Cuatro entornos muy diversos donde la fauna africana es la dueña y señora. Nosotros sólo somos meros espectadores de una vida que se desarrolla como tantas veces nos han explicado en televisión.
Tuvimos la suerte de estar acompañados en nuestro safari por Ernest y Joshua. Conductor y guía, nos transmitieron su pasión por la fauna y convirtieron la experiencia en una auténtica aventura. Dan igual los botes en el 4×4, el polvo del Serengeti, el calor de Tarangire, el frío del Ngorongoro o los mosquitos de Lago Manyara. Todo merece la pena.
Después de pasar la noche en Arusha a donde llegamos tras unos días de descanso en Zanzíbar (lo hicimos al revés que la mayoría de viajeros), comenzamos nuestro primera día de safari en Tarangire. Un parque nacional accesible y, donde además de cebras, antílopes, ñus y otro sinfín de especies, pudimos disfrutar del grande entre los grandes. Los elefantes aparecieron en nuestro camino en varias ocasiones. La más espectacular, cuando vimos a una familia entera refrescándose en una de las pocas zonas de agua que habían sobrevivido a la época seca en Tanzania. La magia de la naturaleza.
Después de descansar en nuestro coqueto alojamiento de Mto wa Mbu, a los pies del Lago Manyara, pusimos rumbo al Ngorongoro. La temperatura bajó y, tras dejar atrás un auténtico vergel más propio de la selva amazónica, descendimos hasta el gran cráter convertido hoy en feudo de la fauna africana. Salvo las jirafas, que no pudieron descender hasta este lugar, en el Ngorongoro es posible una amplia nómina de animales. Cebras, ñus, búfalos, jabalíes, guepardos… Y, por supuesto, a los leones. Presenciamos cómo dos parejas pasaban la luna de miel mientras esperaban carne fresca. A punto estuvimos de ver la caza de un búfalo. No hizo falta, a escasos metros el comportamiento natural y en su medio de estos animales es algo impagable.
La exigente pista que une el Ngorongoro con el Serengeti es sin duda uno de los momentos del safari. Un viaje en 4×4 en estado puro. Sin maquillajes. Eso también forma parte de la experiencia y nos pareció de lo más auténtico. El Serengeti es el plato fuerte del safari. Una superficie equivalente a la provincia de Badajoz donde la fauna rebosa vitalidad y los atardeceres se viven a cámara lenta. La primera de esas puestas de sol la vivimos nada más llegar a nuestro campamento. Porque una de las mejores cosas que se pueden hacer en un safari es pasar al menos una o dos noches en contacto con la naturaleza en una tienda de campaña. Aunque tenga todas las comodidades, como fue nuestro caso en el Tukaone Camp, pero escuchando por la noche los sonidos de la sabana.
El Serengeti es territorio de los leones. Los vimos en varias ocasiones. La última y más espectacular cuando ya nos despedíamos del parque nacional. En el camino de regreso, una manda hambrienta buscaba una presa. Lo intentaron hasta tres veces con varios antílopes sin suerte. La imagen de una de las leonas salivando y agotada por el esfuerzo es sin duda la más impactante de las que vimos en el safari. Pero hubo más. Tuvimos la suerte de localizar al escurridizo leopardo y también de admirar a las decenas de hipopótamos que buscan la refrescante agua de la maloliente, pero a la vez maravillosa “hippo pool”.
Del seco Serengeti al verde Lago Manyara. La última jornada de safari tuvo la mejor de las despedidas. El frondoso parque nacional que se extiende junto al lago salino es el territorio de los leones trepadores que se han sabido adaptar a los grandes árboles que lo pueblan. Pero también volvimos a tener frente a frente a los elefantes, contemplamos hasta tres especies de monos y también avistamos a jirafas y búfalos. Además, el Lago Manyara es perfecto para la observación de aves como los siempre majestuosos flamencos.
La visita a un poblado masái y la cariñosa despedida de Ernest y Joshua en Arusha pusieron el punto y final a una experiencia para el recuerdo y que siempre quedará gravada en nuestro corazón.